sábado, 3 de enero de 2009

7 – Los pájaros perdidos

Todos los días, para ir a buscar el taxi hasta la casa del dueño, debo tomar dos colectivos. Por supuesto, lo mismo me ocurre al regreso. Además del costo del viático, cada vez estoy más restringido con las monedas, que en los últimos tiempos se han vuelto objetos en extinción.
Siempre me pareció un poco presuntuoso que las máquinas expendedoras de boletos en los colectivos, te reciban con la frase: “Indique su destino”. Recuerdo que la primera vez que me topé con esa leyenda en semejante contexto, pensé: “ah, ¿se puede?”.
Pero también me remitió a la voz grabada que surge en el teléfono cuando no nos podemos comunicar: “el destino que intenta alcanzar se encuentra congestionado”.
Algún día habrá que analizar –lo digo seriamente– la relación que se pretende forzar entre los servicios y el destino, porque no parece ser casual la aparición recurrente de la palabra en cuestión.
Lo curioso es que alguien pueda creer que trasladarse de un sitio a otro, o querer comunicarse telefónicamente, puedan tener algún parentesco con “el destino”. Y si así fuera, los horizontes estarían demasiado cercanos como para imaginar alguna meta elevada, y mucho menos para proyectar un sueño heroico.

¿Cuál será nuestro destino, si cotidianamente banalizamos la palabra que lo nombra?

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