Morocho de techo ponja
y estandarte libertario,
vas yirando por los barrios
a encontrar al peatón
que por langa, remolón,
bacán, snob, o colgado,
tiene el brazo levantado
ante cualquier ocasión.
De mañana se hace tarde
y de noche es inseguro,
cuando hace calor te arde
y si llueve te mojás;
el frío te paraliza
o tal vez estás cansado,
es mejor prenderse un faso
y hablar por el celular.
Viajás cómodo, sentado,
la radio en volumen medio,
para soportar el tedio
en esta inmensa ciudad;
parloteás con el tachero,
“gol”, “dinero”, “tiempo loco”,
y el tipo que se hace el coco
con una mina al pasar.
El chabón se desespera,
abajo la ventanilla,
y con medio cuerpo afuera
le convida una pastilla
de frambuesa y ananá.
Después se acaricia el jopo
y con tono seductor
la desviste de piropos
mientras me grita ¡frená!
Su corazón se acelera,
mezcla flores con envido
anda de yogurt vencido
y la percanta se va,
pero él vuelve a la carga,
se baja desesperado,
me suelta un par de billetes
y ni el vuelto va a esperar.
Acelero entre bocinas,
pero escucho el vozarrón,
un requiebro, otra lisonja…
Mejor doblá en esta esquina,
morocho de techo ponja.
jueves, 25 de diciembre de 2008
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