miércoles, 24 de diciembre de 2008

2 – Sueños de juventud

Una nueva jornada en el taxi, tratando de tomarle el pulso a esta realidad diferente. Me quedé pensando en el inesperado viaje hacia la infancia, con el recorrido de sensaciones que eso implica. Trato de recordar cuáles eran las fantasías que proyectaba en aquel tiempo para mi mundo de adulto, y entre ellas no figuraba la de transitar esas mismas calles en el asiento del conductor de un taxi, que además alquilo por día a un valor altísimo. Sí apareció, como un destello que me convida la memoria, el placer que siempre me produjo manejar. Me veo, de pequeño, a bordo de un karting a pedales, esperando ansiosamente el momento de cumplir los 18 para obtener el registro de conductor. Ese momento llegó, tuve mi auto con una sonrisa que no me entraba en la cara, y después, por distintos motivos, estuve varios años sin manejar… Hasta ahora, que vuelvo a descubrir esa misma sensación fascinante, que tanto me ilusionaba en aquel karting azul.
Intuyo que esta vuelta por la niñez contiene varios mensajes: no olvidar los sueños y la lucha por conseguirlos, repensar los cambios laborales durante la vida, repasar los ascensos y descensos económicos que nos han tocado, y finalmente advertir que si bien la fisonomía del barrio ha cambiado, todavía es reconocible en sus aspectos más esenciales. Igual que la mirada de uno, ahora con más brillo y quizás –levemente– con algo más de sabiduría.
Hoy también quiero contar que me tocó crecer en una época en la que casi todas las personas trabajaban en un mismo lugar durante toda la vida. No importaba la tarea, oficio o profesión, porque casi era un orgullo jubilarse (qué tema) en el mismo sitio donde se había empezado, aunque el puesto o cargo fuera otro. Ahora eso ya no sucede, en gran parte porque la mayoría de las empresas o instituciones no duran tanto tiempo.
Es curioso: nos educaron para la permanencia y la quietud, en un país de constantes sobresaltos.
Debemos aprender a cambiar. Tenemos que cambiar el enfoque para poder cambiar. Es imprescindible que estemos dispuestos a cambiar.

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