sábado, 31 de octubre de 2009

26 – Canción desesperada

Uno escucha todo el día la descalificación permanente hacia los demás, como revelación de una escasa tolerancia teñida por el enfrentamiento. Puede ocurrir entre dirigentes políticos, hinchas de fútbol, o vedettes de turno, pero detrás de ese “circo” más o menos producido, emerge la confrontación como único camino para desautorizar lo que el otro piensa, dice o hace.

Y en medio de ese coro cavernario, también asoma la paradójica negación de ese “otro” ocasional. “Vos no existís”, dice alguien a los gritos, mientras se dirige a quien, al mismo tiempo, le clausura toda entidad. Un diálogo de sordos, en el mejor de los casos, que no parece conducirnos a una idea ligeramente elaborada. Maquillaje estridente y variado cotillón, para no reconocer la inmensa pereza intelectual que abunda.

Pensaba en estas cuestiones, mientras manejaba al final del día para llevarle el auto al dueño, cuando recordé aquel gesto del ajedrecista danés Bent Larsen. Hace muchos años, durante un torneo jugado en Buenos Aires, el gran maestro internacional “se dejó” dar jaque mate, en vez de abandonar la partida varias jugadas antes, cuando el final ya era irremediable. Al consultarlo por la “osadía” (ningún ajedrecista de ese nivel llega hasta el final de la partida, sino que declina su rey a tiempo), Larsen contestó que había decidido homenajear a su oponente por la maravillosa combinación de jugadas, que incluyó el sacrificio de una pieza en pos de la victoria. Y agregó que el hecho de abandonar le hubiera quitado belleza a la partida.

Quizás, algún día, ante el potente tiro de media distancia que se dirige hacia el ángulo, el arquero, aún sabiendo que todo esfuerzo será inútil para evitar el gol, decida volar y estirarse con sus máximas fuerzas, en vez de quedarse clavado sobre el pasto, solamente para contribuir con el suspenso y la emoción del espectáculo futbolístico.

Quizás, algún día, después de una jornada electoral, quienes obtuvieron menos votos, feliciten sinceramente a quienes triunfaron por la voluntad popular.

Quizás, algún día, se recuerde ese gesto de ofrenda y reconocimiento de Bent Larsen; un gesto que parece pequeño en los trebejos olvidados del tiempo, pero que se agiganta para mí en esta noche de lluvia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario